María, madre de la esperanza: reflexión sobre el lema de la fiesta

María, madre de la esperanza: reflexión sobre el lema de la fiesta

por Adriano Marques,scj

San Pablo, en su carta a los Romanos, nos recuerda que “la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rm 5,5). Esta afirmación es el fundamento de la virtud teologal de la esperanza, que nos sostiene en los momentos de prueba y nos anima a confiar en la fidelidad de Dios. La esperanza cristiana no es un simple optimismo humano, sino la certeza de que Dios cumple sus promesas y nos conduce a la vida eterna.

María es la Madre de la Esperanza porque, a lo largo de su vida, confía plenamente en los designios de Dios, aun cuando estos parecen oscuros o incomprensibles. Su vida nos ofrece distintos momentos en los que la esperanza brilla con especial fuerza. En la Anunciación, recibe con humildad y confianza el anuncio del ángel Gabriel. Aunque no comprende del todo el misterio que se le revela, responde con un “hágase en mí según tu palabra”, manifestando su plena adhesión al plan divino. En su visita a Isabel, se convierte en portadora de esperanza para su prima, quien, llena del Espíritu Santo, reconoce en ella la presencia del Salvador. Su canto del Magnificat es una expresión de esperanza en la fidelidad de Dios a sus promesas. En el nacimiento de Jesús, en medio de la pobreza de Belén, María confía en que Dios ha dispuesto todo según su voluntad. Su alegría no depende de las condiciones externas, sino de la certeza de que Dios está actuando en la historia. En la huida a Egipto, a pesar de la persecución de Herodes, María y José confían en la protección divina. Su esperanza no se quiebra ante la adversidad, sino que se fortalece en la confianza de que Dios guía sus pasos. En la crucifixión y muerte de Jesús, en el momento más doloroso de su vida, María permanece firme junto a la cruz. Su esperanza no se desvanece, sino que se sostiene en la certeza de la resurrección.

Este año jubilar nos invita a reflexionar sobre el lema “Somos peregrinos de esperanza”, recordándonos que la vida cristiana es un camino en el que la confianza en Dios nos sostiene. María, como Madre de la Esperanza, nos muestra cómo avanzar en este peregrinaje con fe firme, incluso en los momentos más difíciles. Su ejemplo nos anima a mantenernos fieles a la promesa divina y a seguir adelante con la certeza de que Dios nos guía. La celebración de la 33ª Jornada Mundial de Oración por los Enfermos, que coincide con la fiesta solemne de la aparición de Nuestra Señora de Lourdes a Santa Bernardita, nos recuerda la importancia de confiar en Dios en los momentos de sufrimiento y enfermedad. María es también modelo de esperanza para quienes atraviesan dificultades de salud, pues ella acompañó el dolor de su Hijo en la cruz y nos enseña a sostenernos en la fe incluso en medio del sufrimiento.

Muchas familias enfrentan momentos de angustia cuando uno de sus miembros padece una enfermedad grave o crónica. En estas situaciones, la esperanza cristiana se convierte en un pilar fundamental, recordándonos que Dios nunca nos abandona y que María intercede por nosotros en nuestras dolencias físicas y espirituales. El Santuario de la Gruta de Lourdes, conocido por su relación con la sanación y la fe, es un símbolo de esta confianza en la providencia divina. Así como María acompañó a Jesús en su camino al Calvario, ella nos acompaña en nuestras propias pruebas de salud. La esperanza cristiana no significa ausencia de dolor, sino la certeza de que Dios camina con nosotros y nos fortalece en nuestras luchas. En esta fiesta, pidamos su intercesión por los enfermos, por sus familias y por todos los que trabajan en el cuidado de la salud, para que encuentren en la fe el consuelo y la fortaleza para seguir adelante.

La carta de San Pablo a los cristianos de Roma cobra un significado especial cuando se aplica a la vida de quienes viven en condiciones de extrema pobreza, como algunos de nuestros vecinos en los barrios más periféricos. La afirmación de que “la esperanza no defrauda” es una promesa de Dios para todos, especialmente para aquellos que enfrentan dificultades diarias debido a la falta de recursos, la inseguridad y la incertidumbre sobre el futuro. Para estas personas, la esperanza cristiana no es una ilusión ni una mera resignación, sino una fuerza que los sostiene y les permite seguir adelante a pesar de las dificultades. En este sentido, María, Madre de la Esperanza, se convierte en un modelo a seguir. Así como ella confió en Dios en momentos de adversidad, las personas en situación de pobreza pueden encontrar en su ejemplo la certeza de que Dios no los abandona y que su amor está presente en cada acto de solidaridad, en cada esfuerzo por salir adelante y en cada gesto de compasión recibido.

El Santuario de la Gruta de Lourdes en Montevideo es un lugar donde esta esperanza se manifiesta concretamente. La devoción a la Virgen en ese lugar puede ser un refugio espiritual para quienes buscan consuelo y fuerza en su vida cotidiana. Al acudir a la oración y al encuentro con Dios, los fieles pueden renovar su confianza en la promesa divina y encontrar en la comunidad un apoyo para enfrentar sus dificultades. Además, la esperanza cristiana invita a la acción. No se trata solo de esperar pasivamente, sino de trabajar por la justicia, la solidaridad y la transformación de las realidades de pobreza. Inspirados por la enseñanza de María y la certeza de la esperanza en Dios, la comunidad cristiana está llamada a ser un instrumento de amor y ayuda concreta para quienes más lo necesitan.

María nos enseña que la esperanza cristiana no es una ilusión pasajera, sino una certeza arraigada en el amor de Dios. Nos invita a vivir cada día con confianza, aun en medio de las dificultades. Como ella, estamos llamados a esperar contra toda esperanza, a confiar en la providencia divina y a ser testigos de la esperanza en el mundo. El Padre León Dehon nos recuerda: “La Virgen es modelo perfecto de la unión con Dios, del abandono en la voluntad divina, de la confianza inquebrantable” (Dehon, L. Notas sobre la Vida Espiritual, Dehoniana 1997, p. 123). Su vida es una enseñanza de fe vivida en la esperanza, una lección constante de cómo abandonarse plenamente en las manos del Señor.

En la fiesta de María, Madre de la Esperanza, renovemos nuestra confianza en Dios y acojamos su invitación a vivir con un corazón abierto a su amor. Que María nos ayude a mantener viva la esperanza y a irradiarla a quienes nos rodean, siendo luz en medio de las dificultades y testigos de su amor en nuestro caminar diario.